26 de abril de 2009

YA NO PUEDO SER TAN GENEROSO

Antes, mucho antes
hacíamos nuestras las frases
que a la hora de la siesta
pronunciaban los protagonistas.
Luego el descampado nos servía como escenario.
Alguna vez me percaté de tus palabras de guión
y entonces reíamos.
Debió de ser uno de aquellos días
cuando volví corriendo excitado
gritándole a mi abuela que por primera vez
había recorrido solito la calle hasta la plaza.

Por qué los gatos se cobijan
entre las chumberas, papá.
Qué significa chupón (siempre que marco goles).

Dejamos de bajar al parque
y creímos dejar así los juegos
muy lejos de tu cuarto.
Medíamos los silencios de las películas.

Mucho después de haber memorizado las oraciones,
de haber quedado bien a ojos de todos,
se había esfumado la merienda y tuve que descubrir
que las galletas, las miradas, podían entrar
y salir sin control de mi cabeza
(por no hablar de mis manos).

Pero estas palabras son sólo una mala excusa
por haber dejado tu cama de repente,
por quebrar impasible de un portazo
esa pantalla por la que se deslizan lágrimas tuyas.
Una imitación
de los cambios de humor de mi padre.




Eduardo Aceituno Martínez


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